Me lancé al abismo desde lo alto de uno de sus lunares. Fue como imaginé: suave, dulce, impactante. Me quemé en su fuego, se perdió en mi tantas veces como latidos en mi pecho.
Me desarmó, me rompió para volver a reconstruir los pedazos después, con una facilidad casi abrumante, con una perfección casi sofocante.
Y así me enganché a él como si no pudiera estar en otra parte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario